Tiempos de Cambios
Debemos reconocer que cada día tenemos el anhelo de renovación, todos de un motivo u otro tratamos de renovar algo de aquello que nos rodea: casa, oficina, el estado del vehículo, algo que nos haga pensar y creer que el día que comenzamos será mejor.
Sabemos invertir más de lo acostumbrado para lograr este objetivo, y que bien nos sentimos cuando podemos lograr renovar lo que para nosotros, era necesario que sea cambiado de su apariencia pasada; pero en realidad no es mas que eso, un cambio de apariencia, que al final de cuentas, esconde u oculta lo anterior y cuando nos descuidamos vuelve a reaparecer en el momento menos esperado.
Cuando hablamos en lo personal, solemos querer renovar nuestras viejas relaciones, amistades o familiares, aquellas que por un motivo u otro ya no son las mismas que fueron en un principio. Tratar de renovarnos a nosotros mismos, porque los malos hábitos o la soledad nos han dejado maltrechos, de seguro que suele ser lo más difícil, porque ya no es un mueble ni una pared la que necesita de nuestra atención, sino nosotros mismos. Y cuando emprendemos esta dura pero ardua tarea nos encontramos que hay situaciones en nuestro interior o el del otro que no teníamos en cuenta, heridas que fueron tomando lugar y haciéndose dueñas de nuestros sentimientos y actitudes, y hoy no sabemos como cambiarlas.
En tal circunstancia debemos hablar de Restaurar, que en estos casos es tomar lo que se ha dañado y ponerlo nuevo, pero esto como es sabido, es un trabajo que para nosotros es imposible si de vidas humanas hablamos, ni siquiera la ciencia médica por más que quisiera, podría solucionar cuando de relaciones se trata, en especial las referidas a aquellas que se han situado en el Corazón.
Pero para qué buscar la manera más difícil e imposible, si tenemos al alcance de nuestra mano a quien sí puede hacer este trabajo en nosotros, por el solo hecho de que nos ama y desea que nuestras vidas sean restauradas.
Jesús el Señor, es a quien debemos permitir que sane en nosotros las heridas que fueron causadas en nuestros corazones. El salmista decía: “Oh Dios restáuranos; has resplandecer tu rostro, y seremos salvos” Sal: 80: 3.
Dios quiere que seas una nueva persona, y solo por medio de Jesucristo lo podrás lograr, quien vino para ser tu amigo, para sanar tus heridas y recuperar lo perdido.
Solo Él puede cambiarte sin que reaparezcan las viejas heridas; no dejes pasar esta posibilidad, hoy es el tiempo. Comienza este día de la mano de Jesús.
Rev. Adhemar Charlin
Sabemos invertir más de lo acostumbrado para lograr este objetivo, y que bien nos sentimos cuando podemos lograr renovar lo que para nosotros, era necesario que sea cambiado de su apariencia pasada; pero en realidad no es mas que eso, un cambio de apariencia, que al final de cuentas, esconde u oculta lo anterior y cuando nos descuidamos vuelve a reaparecer en el momento menos esperado.
Cuando hablamos en lo personal, solemos querer renovar nuestras viejas relaciones, amistades o familiares, aquellas que por un motivo u otro ya no son las mismas que fueron en un principio. Tratar de renovarnos a nosotros mismos, porque los malos hábitos o la soledad nos han dejado maltrechos, de seguro que suele ser lo más difícil, porque ya no es un mueble ni una pared la que necesita de nuestra atención, sino nosotros mismos. Y cuando emprendemos esta dura pero ardua tarea nos encontramos que hay situaciones en nuestro interior o el del otro que no teníamos en cuenta, heridas que fueron tomando lugar y haciéndose dueñas de nuestros sentimientos y actitudes, y hoy no sabemos como cambiarlas.
En tal circunstancia debemos hablar de Restaurar, que en estos casos es tomar lo que se ha dañado y ponerlo nuevo, pero esto como es sabido, es un trabajo que para nosotros es imposible si de vidas humanas hablamos, ni siquiera la ciencia médica por más que quisiera, podría solucionar cuando de relaciones se trata, en especial las referidas a aquellas que se han situado en el Corazón.
Pero para qué buscar la manera más difícil e imposible, si tenemos al alcance de nuestra mano a quien sí puede hacer este trabajo en nosotros, por el solo hecho de que nos ama y desea que nuestras vidas sean restauradas.
Jesús el Señor, es a quien debemos permitir que sane en nosotros las heridas que fueron causadas en nuestros corazones. El salmista decía: “Oh Dios restáuranos; has resplandecer tu rostro, y seremos salvos” Sal: 80: 3.
Dios quiere que seas una nueva persona, y solo por medio de Jesucristo lo podrás lograr, quien vino para ser tu amigo, para sanar tus heridas y recuperar lo perdido.
Solo Él puede cambiarte sin que reaparezcan las viejas heridas; no dejes pasar esta posibilidad, hoy es el tiempo. Comienza este día de la mano de Jesús.
Rev. Adhemar Charlin